CAVALL BERNAT
Un viaje de una hora en tren me lleva desde Barcelona hasta Monistrol de Montserrat, una población medieval a las faldas de la montaña de Montserrat. Hace un día soleado, pero mientras el tren se adentra en el valle, pasando túneles estrechos, una neblina semitransparente envuelve el escenario: “la boira”. El tren se detiene en la estación del pueblo. No se intuye nada, solo una humedad que cala en los huesos. Hago el cambio de tren subiendo al de cremallera que se pasea por las laderas de la montaña hasta llegar al Monasterio de Montserrat. He visto fotos, todos dicen que la montaña es espectacular pero la neblina no cesa. El tren comienza a subir con ese sonido característico de carraca, lento y sinuoso. A medida que sube, el manto de niebla cada vez se va haciendo más fino, dejando entrever el azúl del cielo. La neblina se está moviendo más rápido, despejando el paisaje, cuando de repente aparece impensable, imponente, elegante, majestuoso: El Cavall Bernat.
El Cavall Bernat (Caballo Bernat) es el monolito pétreo más famoso de la montaña de Montserrat. Esta emblemática montaña, situada en Barcelona, España, siempre ha despertado la fascinación de propios y extraños. Su perfil conglomerado inconfundible, del cual surge su nombre, Montserrat -Monte Serrado-, le confieren un halo de majestuosidad que la han llevado a ser considerada montaña mágica y sagrada. Dada su morfología, la montaña es una referencia del deporte: desde carreras de montaña hasta el salto base. Muy especialmente, la montaña de Montserrat es la cuna de los escaladores de la zona, los cuales han visto en sus altos riscos un marco incomparable para practicar su deporte favorito.
Dentro de Montserrat, el Cavall Bernat (Caballo Bernat) también llamado “El Dit Gros” (Dedo Gordo) por los lugareños, es una aguja modelada a pico en los conglomerados serrados que forman la montaña. Este monolito de 60 metros de altura en su parte más baja y unos 250 metros de altura en su parte más larga, está ubicado en la vertiente nororiental de Montserrat, en la vertical del pueblo de Monistrol de Montserrat. Su forma fálica casi perfecta, soberbia y esbelta, y su posición central y elevada dentro del macizo, hacen que esta aguja destaque desde donde se mire, convirtiéndola en la roca símbolo por excelencia de Montserrat. Es la más famosa, la más codiciada, la que todos, nada más verla, queremos escalar.
La historia de escalada al Cavall Bernat se remonta a los años 30. Este pináculo rocoso era el gran objetivo del alpinismo catalán. A pesar de los diversos intentos para conquistar la cima, sus paredes verticales y la falta de material adecuado hacían difícil esta ascensión tan codiciada por los escaladores de la época. No fue hasta 1935 que el gran símbolo de la montaña de Montserrat fue conquistado ascendiendo por su parte más baja, la ahora conocida “Normal del Cavall”, por tres escaladores: Josep Costa, Josep Boix y Carles Balaguer. Se dice que la cámara de fotos que habían llevado para dar testimonio de la gran escalada, les falló. Los rumores corrieron como pólvora cristalizando en una duda generalizada de la ascensión. Para dejar constancia de la veracidad de la conquista, Josep Costa se propuso a repetir la escalada, esta vez, ante una enorme multitud que lo acompañaba: prensa, autoridades e incluso una avioneta que sobrevolaba el macizo mientras un locutor narraba toda la ascensión. Así pues, la primera ascensión al Cavall Bernat quedó inmortalizada para siempre.
Sin embargo, la imponente cara norte del Cavall Bernat, la parte más larga, aún se mantenía virgen, inexpugnable, elegante y solitaria. La línea más evidente, que fue escalada por Jordi Àlvarez, Jordi Ayats y Miquel Navarro en 1954, transcurre por fisuras, diedros y chimeneas, hasta llegar a su parte más alta, donde la verticalidad de las placas montserratinas se impone. Con el material de la época era imposible terminar esos 65 metros que separan la última fisura de la cumbre. Es aquí cuando Jordi Àlvarez marca un punto de inflexión en la historia de la escalada montserratina, diseñando las primeras pitonisas de expansión conocidas, terminando la primera vía de la cara nororiental del Cavall Bernat: la «Puigmal», una de los recorridos más bellos y repetidos de este monolito.
No se puede hablar del Cavall Bernat sin mencionar otra de las vías más famosas y más repetidas: la Punsola Reniu, abierta en el año 1971 por Manuel Punsola y Jesús Reniu. Esta vía recorre el estético espolón de la cara norte, siguiendo uno de los perfiles más armoniosos de la montaña. Quizás es la más repetida por su fácil acceso a escaladores de todos los niveles, siendo una vía completamente equipada, con seguros escasos en sus tramos más fáciles, que incrementan en sus tramos más difíciles, pudiendo subir en Ae mientras se disfruta del paisaje aéreo que solo el Cavall Bernat puede ofrecer.
Hoy día, después de 86 años desde su primera ascensión, el Cavall Bernat podría ser la aguja más escalada de Montserrat. A día de hoy existen unas 24 vías abiertas, en todos los estilos: desde libre hasta artificial, con dificultades desde el IV+ hasta 8a+, desde fisuras hasta placas, desde vías que llegan arriba hasta las más curiosas que le dan la vuelta al monolito. A su cumbre, podría afirmar, que ha llegado casi la totalidad de los escaladores de Cataluña.
El día se acaba. El sol se esconde detrás de la montaña dejando el Cavall Bernat teñido de rojo mientras las sombras reptan por sus paredes. Subo al tren de cremallera de regreso al pueblo. Una guía turística cuenta la leyenda del Cavall Bernat: “Hace mucho tiempo el mismísimo diablo se le apareció a un humilde leñador. Éste le ofreció un fuerte caballo (llamado Bernat) para que le ayudara en las tareas del campo y a cambio, el leñador debía devolverle al diablo un caballo con las mismas cualidades que Bernat al cabo de 10 años. Pasado ese tiempo, el diablo regresó a cobrar su deuda y la mujer del leñador, al darse cuenta, empezó a rezar a la virgen para pedir ayuda. Las plegarias dieron sus frutos, pues la virgen echó al diablo del lugar dejando tras de sí una gran piedra apuntando hacia el cielo: el «Cavall Bernat”.
Una visita a la Montaña de Montserrat, desde luego, es una experiencia que no te deja indiferente.